¿Para siempre? -Lo definitivo y lo relativo en los jóvenes actuales

No, nada es para siempre, nunca ha sido. Las relaciones se acaban, las etapas de la vida pasan, crecemos, envejecemos y emocionalmente intentamos madurar. Es cierto que nacemos frágiles, que necesitamos de los otros para ser nosotros mismos, que tendemos a establecer mecanismos psicológicos de defensa que nos ayudan a sobrevivir y a estancarnos emocionalmente. Es cierto que el día tiene 24 horas y que en esas tenemos experiencias que tienen un principio un fin y que conforman nuestro ser y que éstas influyen en las experiencias futuras. Es relativo el cómo percibimos esas experiencias; cada persona percibe de distinta manera la misma circunstancia, cada quien pone su historia personal para interpretar ese acontecimiento.

Por otro lado, en este mundo posmoderno, en donde la ciencia y la tecnología avanzan cada vez más rápido, se inventan y producen más satisfactores materiales, pero las cosas materiales se acaban, cada vez más las cosas que nos sirven en lo cotidiano para hacernos la vida fácil son desechables; cada vez hay más cosas. Cuando tenemos más cosas a la mano, la tentación de poseerlas es grande; hay más oportunidades de tenerlas, al menos en teoría, pero no siempre en la realidad de nuestras circunstancias.

Lo definitivo: como nos conformamos como personas, Lo relativo: la percepción del mundo, de los otros y de nosotros mismos y las cosas.

Si nos definimos como personas a través de lo que nuestros padres nos reflejan de nosotros mismos, también esto influye en como manejamos lo definitivo y lo relativo en nuestra vida. Por un lado nos encontramos muchas veces con padres sobre protectores o padres rígidos. Otras veces, si somos afortunados, con padres que pueden exigirnos y ponernos límites con amor y firmeza.

Si nuestros padres son sobre protectores, no podemos manejar la frustración de no tener, de no hacer lo que queremos cuando queremos. Si nuestros padres son rígidos es tanta nuestra frustración por lo que no podemos tener y la frustración por no estar satisfechos con eso, de nunca llenar sus expectativas y nunca sentirnos satisfechos con lo que hacemos o tenemos, así vemos que el tener o hacer es relativo.

Tener y hacer se vuelven relativos ya que el significado que le damos a tener cosas o a hacer cosas depende de nuestra forma de vernos a nosotros mismos y de ver el mundo.

En las últimas generaciones, los padres han tendido a ser sobre protectores. Los hijos a tener una actitud de exigencia para todo y en este momento. Es común que los jóvenes deseen las cosas materiales, quieran solo divertirse, no consideren importante el hacer un esfuerzo para obtener lo necesario. Ahora se añora tener no se añora ser.

La sobreprotección los ha llevado a tener poca tolerancia a la frustración, a no poder tolerar el no tener cosas y diversiones, a perder de vista las motivaciones personales y buscarlas afuera, esperar a que sean otras personas las que los motiven y los guíen.

Esto los lleva a vivir tan solo el momento, a no preocuparse por el futuro. Entonces lo definitivo pasa a ser percibido como relativo. Aunque pudiéramos pensar que lo definitivo es que debo de madurar emocionalmente y ser independiente y lo relativo tener, para estos jóvenes lo definitivo es tener y divertirme y lo relativo madurar y la seguridad en el futuro.

Si el joven vive disfrutando el presente, pensando que el presente es para eso, para pasarla bien, porque piensa que nada es para siempre, actúa como no tuviera que preocuparse por madurar, ser independiente, ser responsable, ver por su seguridad emocional y física , pierde de vista su espiritualidad, y si no encuentra seguridad en lo que él es, en su futuro y en su vida, difícilmente la va a encontrar en Dios.

Actualmente surge una contradicción en la vida de los jóvenes; quiero ser yo mismo e independiente pero dependo de los otros y de mis padres. También sé que esto no es para siempre, que llegará el momento en que las presiones de mis padres, de la sociedad y las mías propias porque ya no me siento a gusto siendo dependiente, me empujarán a hacerme responsable de mi mismo. Otra certeza: debo de ser responsable de mi mismo si quiero vivir plenamente. Algunos jóvenes entonces emprenden lo definitivo, madurar; se atreven a dejar de vivir solo en el presente para ver por su futuro, es una certeza que el futuro existe y otra que vamos a morir. No sabemos cuándo, pero vamos a morir y si no nos hacemos responsables de nosotros mismos, viviremos incompletos.

Esta actitud de cada día veo por cada día me lleva a convencerme que nada es para siempre. Nunca nada ha sido para siempre pero ahora nos situamos en la creencia que debiera ser para siempre y como no lo es, no me involucro con la vida, la dejo pasar.

No hay para siempre, trascendemos, somos permanentes en la medida que quedamos en la memoria de los otros, cuando nuestras actitudes dejaron huella, cuando dimos parte de nosotros mismos a los otros, cuando con nuestras conductas modelamos esperanza, valores y congruencia.

Se hace camino al andar, se deja huella cuando vivimos nuestro camino con conciencia, cuando no nos enfocamos en solo ser felices, en lo inmediato, cuando tenemos clara nuestra misión y luchamos por cumplirla.

Se dice que ante la fragilidad de este mundo, lo expuestos que estamos a que ocurra una guerra, a que el terrorismo acabe con muestras vidas, que la violencia en sus múltiples manifestaciones, como los secuestros, los asaltos, las peleas, todo esto nos lleva a tener la sensación, consciente o inconsciente de que nada es para siempre. Con esta sensación y certeza, los jóvenes que no han podido empezar el camino de hacerse responsables de sí mismos cambian su pensamiento a es hoy, solo hoy y esta situación se convierte en una confusión porque no hay correlación entre pensar en el futuro y tener la posibilidad de estar en el mismo viviéndome como alguien con posibilidad de influir en él, de ser importante y trascender.

Los jóvenes están impactados ante la incertidumbre del presente ante el no poder influir en el cambio de actitudes y de la violencia, saben que no puede hacer algo porque no está dentro de su capacidad solucionar estos problemas lo cual les produce frustración. Lo grave es que la frustración puede generar violencia, manifestarse de una forma violenta. Y se instala un círculo de inseguridad en lo que pudiera ser seguro, la seguridad es relativa, su entorno pierde sentido y se pierde en sí mismo, en el mismo.

Los padres no somos los únicos que influimos en el desarrollo de nuestros hijos, también las causas de la intolerancia a la frustración en los jóvenes tienen que ver con los valores que les presentan los medios de comunicación. Desde la televisión recibimos mensajes incesantes de consumo fácil, de éxito seguro y de felicidad gratuita que nos tratan de hacer sentir bien, enajenar y manipular. Si estas formas de presentar la información y diversión la reciben las mentes de los jóvenes inmaduros, ellos se plantean que todo es fácil y la cruda realidad les muestra que no es así y el joven experimenta la sensación de que nada es como se le había contado, sobreviene entonces un desajuste que provoca insatisfacción y ansiedad extrema.

Ante esta situación en la que los jóvenes no creen en el futuro, en la que ellos ven relativo todo, toleran poco y demandan mucho, hay mucho que podemos hacer y debemos hacer como padres. Podemos darles estructuras sólidas, definitivas para que se sientan seguros, podemos guiarlos con límites claros que les den un camino amplio en donde puedan ensayar el tener éxito y fracasar para después sentirse capaces y seguros y con esto pensar en el futuro como algo incierto pero que se puede influir, inseguro pero con esperanzas y donde también se pueden cuidar y proteger.

En este mundo en donde hay que hacer un esfuerzo extra para tener lo esencial y gozar lo no esencial hemos perdido de vista que lo que les podemos dar permanentemente a nuestros hijos que es el sentirse seguros de ellos mismos y capaces de influir en el futuro. La mejor inversión que podemos hacer es darles nuestro tiempo, atención y amor para que se vean a sí mismos como valiosos, motivados por si mismos a madurar, a verse libres e independientes.

Nada puede ser más permanente que el que se sientan que son solo una parte del universo, que son relativamente pequeños, pero permanentes en el tiempo que estén vivos y con la posibilidad de trascender por sus acciones.